Tägliche Andachten
Estoy haciendo lo mejor que puedo
Cuando Max, nuestro nieto, comenzó a asistir al jardín de niños; él tuvo que recapacitar con respecto a cierta actitud. Él es el más pequeño en su familia, y sus tres hermanas mayores lo mimaban. Entonces se sorprendió mucho al descubrir que en ese lugar no fuera el centro de atención. En especial, le molestaba que le requirieran permanecer sentado. Durante las primeras semanas, parecía que no podía lograrlo. Una y otra vez se metía en problemas. Un día, su madre habló con él al respecto, y alzando sus manos de forma desesperada expreso: «Estoy haciendo lo mejor que puedo». «Bien, Max, pues no es suficiente -replicó su madre-; por tanto, deberás esforzarte más». Con desesperación respondió: «¡Te dije que estoy haciendo lo mejor que puedo!». Pocas semanas después, se cansó de permanecer en la acera durante el receso (ésa era la consecuencia por comportarse mal en sus clases); y finalmente, se percató de que en realidad podía hacerlo mejor. Muchas veces pienso en él cuando Dios está tratando algún área de dedicación y consagración en mi vida. Max había echado a perder la antigua excusa: “Señor, ¡estoy haciendo lo mejor que puedo!”. Ahora me digo a mí misma: Gloria, ¡estás esforzándote sólo cuanto tú deseas! En general, de esa forma ha actuado la Iglesia. Cuando se trata de vivir en santidad y dejar a un lado el pecado, no hemos cumplido todo lo que sabemos; sino sólo lo que deseamos realizar. Quizá hayamos desechado lo que consideramos pecados grandes e incluso algunos pequeños; sin embargo, existen estorbos mundanos que hemos conservado porque nuestra carne los disfruta. Cuando Dios nos pida que realicemos un cambio, debemos obedecer. Hemos llegado al final de los últimos días… y debemos volvernos obedientes y santos. No podemos alimentarnos de la basura del mundo, y al mismo tiempo vivir apartados para el Señor y dispuestos para toda buena obra (2 Timoteo 2:21). Sé que esto incomoda a su carne… no obstante, se nos ha enseñado que debemos crucificarla (Romanos 8:13); y que debemos limpiarnos y consagrarnos para Dios (2 Corintios 6:14-7:1). Dios nos ha limpiado interiormente, ahora es nuestra responsabilidad permitirle a nuestro espíritu nacido de nuevo que domine. Al cumplirlo, podrá confesar sinceramente: ¡Estoy haciendo lo mejor que puedo!, y el Señor se agradará. Ezequiel 42-43, Salmo 114 Soy santo porque Dios es santo (1 Pedro 1:16).
Heiligschriftstudium: 1 Corintios 6:9-20