Tägliche Andachten

February 15

Éxito rotundo

Kenneth Copeland
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.

Demostrar su valía: eso es lo que usted tiene que estar haciendo en el mundo de hoy, ¿cierto? En el trabajo, trata de convencer a sus compañeros de que merece el dinero que gana; entre amigos, trata de convencerlos de que merece la amistad de ellos; en el hogar, trata de convencer a su familia de que merece que lo amen.

¿Hay alguna salida? Por supuesto que la hay: se llama “gracia”. La gracia es el favor y la aceptación que recibimos sin merecerlas. Hay sólo un lugar donde se puede encontrar: el corazón de Dios.

No hay mejor cuadro de la gracia de Dios que el de la parábola del hijo pródigo. A diferencia de la gente de aquel tiempo, pocos de nosotros podemos identificarnos con el impacto que tuvo en los que la oyeron.

Según las costumbres de aquellos tiempos, el hijo pródigo había cometido uno de los actos más despreciables. No solo se había aprovechado de su padre y gastado la herencia en una vida desenfrenada, sino que había abandonado la nación de Israel y había hecho pacto con un extranjero: un criador de cerdos, que fue lo peor que pudo haber hecho. Según ellos, la rebelión del hijo era tan grave que lo único que le quedaba al padre por hacer era repudiarlo.

Pero eso no fue lo que hizo este padre. Él recibió con los brazos abiertos a su hijo arrepentido. Le mostró gracia – favor inmerecido, no porque el hijo la mereciera o se la hubiera ganado, sino por el amor que tenía como padre.

La próxima vez que trate de pagarle a Dios por algo malo que haya hecho, para ganarse otra vez su favor, recuerde la parábola del hijo pródigo. Ella le enseña que a pesar de sus pecados, su Padre celestial le ha recibido con los brazos abiertos, le ha vestido con la justicia de Cristo y le ha puesto su anillo y el calzado de hijo de Dios.

¿Se siente indigno de esas cosas? Pues, está bien que se sienta así porque Dios no se las ha concedido basado en los méritos suyos, sino basado en el amor que Él le tiene y en los méritos de Cristo. No tiene que demostrar a Dios su valía, porque para Él usted es un éxito rotundo.

Heiligschriftstudium: Lucas 15:11-32

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