Tägliche Andachten
La evidencia del milagro
Nunca invalide ningún milagro por querer verlo en progreso. Muchos creyentes cometen ese error: imponen las manos sobre alguien y oran por sanidad o liberación, pero cuando no ven ningún cambio externo inmediato, se olvidan de su fe y asumen que nada sucedió.
El Señor me enseñó una lección inolvidable sobre eso, una vez que estaba en Jamaica. Le estaba predicando a un grupo como de 150 personas en una iglesia que estaba iluminada sólo por una linterna de queroseno. Estaba tan oscuro que no podía ver la cara de nadie. Todo lo que podía ver era mi Biblia y los pies de un hombre que estaba frente a mí.
De repente comprendí que siempre había dependido de las expresiones faciales de la gente a quienes les estaba predicando para determinar cómo se estaba recibiendo mi mensaje. De acuerdo a lo que sabía sobre la fe, sabía que eso era peligroso. Por lo tanto, tome la decisión firme en ese momento de no volver a predicar otro mensaje si no lo iba a hacer por la fe. O sea, no volvería a dejarme llevar por las expresiones faciales de la gente.
Antes de que esa campaña terminara, vi lo importante que podía ser esa decisión. Los jamaicanos, quienes tienden a mostrar muy poca expresión de todas formas, escuchaban cada sermón sin ninguna reacción externa.
Una mujer fue sanada completamente de ceguera durante uno de los cultos. Ella nunca reveló lo que le había pasado. Estaba casi rígida cuando me encontró afuera y me dijo: “Hermano Copeland, yo era ciega pero ahora puedo ver. Gracias.” Eso fue todo. Había sucedido un milagro, pero a primera vista hubiera dicho que nada había sucedido.
La próxima vez que quiera guiarse por la apariencia de las cosas para evaluar lo que Dios está haciendo, no lo haga. Recuerde que las apariencias no producen milagros, sino la fe; y esa la única evidencia que usted necesita.
Heiligschriftstudium: Hebreos 11:1-13