Tägliche Andachten
Sin corazones endurecidos
Los fariseos tenían una condición en el corazón que afligía a Jesús: sus corazones eran duros e insensibles. Si lee Marcos 3, se dará cuenta de lo que estoy hablando.
Dios estaba allí, en medio de ellos. Y ¿quiénes más que ellos debieron haber comprendido eso? Conocían las Escrituras al derecho y al revés, y Jesús se ajustaba a toda profecía mesiánica allí escrita. Pero la insensibilidad de sus corazones no les permitió ver quién era Él.
Los corazones de los fariseos también estaban endurecidos a las necesidades de la gente.
Esa misma situación sucede todavía hoy. Sólo piense en lo que esos fariseos hacían. Ellos estaban:
1. Criticando al ministro de Dios.
2. Protegiendo sus tradiciones religiosas en lugar de obedecer a la Palabra de Dios.
3. Preocupándose más por su propio bienestar que el de sus semejantes.
¿Alguna vez ha conocido creyentes que encajen en esa descripción? ¡Seguramente que sí! En realidad, todos hemos hecho esas cosas en algún momento de nuestra vida.
Algunos de nosotros hemos cometido los mismos errores que los fariseos cometieron. Hemos estado tan concentrados en hacer y decir todas las cosas “correctas” que hemos dejado que la ternura del amor de Dios en nuestro interior se enfríe. Sé que eso es cierto, porque si no lo fuera, estaríamos viendo grandes manifestaciones de Dios en nuestro medio. Estaríamos viendo el avivamiento en todo rincón.
Eso es lo que Dios anhela hacer. Dios desea derramar su Espíritu en el poder y abundancia sobrenaturales por medio de su Iglesia. Pero la dureza de corazón que hemos desarrollado es la que le está deteniendo.
Si desea un derramamiento del Espíritu Santo en su vida y la manifestación del poder de Dios en su iglesia, examine la condición de su corazón. Si encuentra allí cualquier dureza, arrepiéntase y pídale a Dios que lo cambie. Pídale que le dé la clase de corazón que le permita ver el poder de Dios a su favor.
Heiligschriftstudium: Marcos 3:1-6